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Entramos en un pequeño restaurante, pero con espacios muy bien aprovechados, acogedor y de bonita decoración de estilo rustico, que combina con unas cuantas cavas para mantener el vino en su perfecto punto. Dado que
no está lleno, tienen el gusto de ubicar las mesas llenas alejadas unas de otras, aunque para ello dos personas deban ocupar una mesa para cuatro comensales, hecho que muchos locales no hacen por si...
Nos comunican que la cocina es de mercado y por lo tanto no hay carta,
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así que nos traen la de los vinos y comienzan a cantarnos lo que hay de platos entrantes, pescados y carnes. Como vino nos inclinamos por un argentino, un
malbec, pero se
había terminado (aunque sigue en la carta). Después de c
omentar Quesoy su predilección por los vinos del nuevo
mundo con quien nos iba a servir el vino, acabamos asintiendo a la
recomendación del
somelier, un Pago de
Carraovejas, para compensar, vino fuera de la carta, lo mismo que el A
lion o el Mauro. Aceptamos y acertamos con este vino de uva tinta de la Ribera de
Duero, crianza del 2004. Vino
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contundente, con mucho cuerpo y altamente cremoso que conjuga a la perfección con los platos de la comanda. Entrantes: con unos nombres que seducen por si solos, nos inclinamos por un
carpaccio de pulpo: tierno, bien aliñado y de impecable presentación; unos medallones de manitas de cerdo rellenas de morcilla, tan originales como delicados, y ello pese a lo
impactante de sus ingredientes, delicioso al paladar y de elaboración magistral y unos hojaldres de ajoarriero con confitura de melocotón: ¡Impresionante! con
el ajoarriero tibio, lo que le aportaba una novedad
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y
potenciaba el sabor dulce de la confitura. Un plato sorprendente. Aquí ya no
pudimos contener las dos lágrimas que se nos caían, sobre todo porque pese a lo generoso de la
ración, ¡¡¡el plato se acababa!!!. Plato fuerte de carne: nos inclinamos por unas
carrilladas con reducción de
Oporto y
crujiente de
chirivía: presentación impecable y textura de la
carrillada tierna, muy tierna. ¡Delicioso!. Cada vez que se nos retiran los platos, se nos pregunta qué nos ha parecido...teniendo en cuenta que los platos se marchan siempre
vacíos ¿qué nos han podido parecer? ¡bueno, buen
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o y más bueno!.
Algún día diremos que no nos ha gustado para que nos traigan otro igual. El postre: se nos sugiere un surtido de postres para dos pero con la consabida debilidad de
Karoleta por el chocolate, nos inclinamos por una tarta de chocolate con crema de chocolate y avellanas con una bola de helado de mandarina, un matrimonio perfecto, que nos hace soltar los últimos
mmm de la velada, y ello a pesar de no poder acompañarlo con una copa de Calvados (tener este aguardiente de manzana en la carta de licores es para nota, y si lo conseguimos y procedemos a enfriarlo en una copa de balón con hielo para verterlo una vez frio en otra seca, sería para "cum laude"). La casa tiene el detalle de invitarnos a un impecable orujo de hierbas casero.
Quesoy termina la cena con un
ristreto que se demanda y es entendido sin problemas (¡muy bien!)
En Valencia, c/
Alcublas, nº 2.
Telf. 963404827
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