Me ha encantado observar que pese a que estuve en esta bella ciudad hace como 17 años, aún conservaba de manera vívida muchos de sus rincones. Es un ciudad para pasear, para andarla y disfrutarla. Llena de sorpresas en muchos rincones.
Y ¿qué decir de su gastronomía y de sus vinos?. Trabajan el pescado impecablemente y no se quedan cortos con la carne. De hecho son los mayores consumidores de bacalao encontrando muchas formas diferentes en las cartas de cualquier restaurante.
Queríamos alejarnos de los locales más turísticos y buscar aquellos que son frecuentados por los lisboetas. Con ese afán pedimos ayuda a amigos, conocidos y toda aquella persona que hubiera estado por Lisboa.
Uno de los aconsejados y de los que no tengo fotos (una pena) fue Quinta dos frades para saborear los platos del chef Chakall. Comenzamos con una copa de champagne Gosset para ir despertando a las papilas. Un entrante: foie-gras de pato ao seu gosto. Pedimos consejo para elegir el vino: por gusto nos fuimos a elegir un vino de la zona del Alentejo con más cuerpo y fuertes que los que proceden de la zona del Douro. Como platos fuertes la persona que pidió bacalo tomó unas lascas de bacalhau confitado y dos platos de carne: olho-de-boi grelhado (un impresionante solomillo de buey gustoso, bien especiado, en su punto de hechura y muy muy tierno. ¿se nota que fue mi plato?) y un bife diavolo (para amantes del picante). Un postre compartido tarte tres chocolates com sorbet de limäo (impresionante postre de chocolate). Hemos hecho un esfuerzo para recordar el vino y pese a que nos encantó, no logramos acordarnos. Vaya... Avisar que no es un sitio barato: es para una ocasión especial. El sitio es muy acogedor y con unas mesas bien vestidas y una acústica inmejorable. Era como estar en un restaurante a solas. Nos encantó.
También quisimos ir a la zona de las orillas del Tajo a buscar un local especializado en pescados: Doca de peixe Nada más entrar nos recibía un expositor de pescado fresco del día.
Nos ubicaron en el piso de arriba donde las vistas del club náutico. Nos decidimos por tomar los entrantes que suelen aparecer en las mesas lusas: el queso típico que se come con untando en pan, buenas aceitunas y unos panes deliciosos. Para el vino volvemos a pedir ayuda y una vez más nos dirigen a los producidos en la zona del Alentejo. El vino EA con poca información en la etiqueta. Nos gusta pero menos que el de la noche anterior.Como plato entrante nos pedimos unas gambas flamejadas con un delicioso sabor a cítricos. Como platos fuertes: dos platos de atún con costra de sésamo de dos colores (era un plato recomendado del día). Pese a que para mi estaba un poco demasiado hecho, no perdía ni jugosidad ni ternura. Rico rico. Y una dorada a la espalda. El postre nos remató: se llamaba bolo de chocolate, y pensamos en un helado. Craso error. Era una impresionante pero densa tarta de chocolate, rellena de chocolate con cobertura de chocolate....nos rindió. Dada las caras de curiosidad que dedicábamos a una enorme cesta que salía humeante de la cocina, los destinatarios de dicho plato invitaron al camarero que viniera a enseñárnoslo. Enorme pescado cocinado al horno y decorado con huevo duro. Nos comentan que es una forma portuguesa de cocinar el pescado.
Tampoco es un restaurante barato, pero vale la pena.
La última noche fuimos a un restaurante de la zona más turística. Encontramos y reservamos en el restaurante Lisboa Noite: bien decorado, moderno y acogedor. Estuvimos esperando, pese a la reserva, un rato a que nuestra mesa estuviera despejada tomando un espumoso portugués..... Preferimos el champagne, sin duda. Volvimos a tomar un vino de la zona del Alentejo y pedimos directamente los platos fuertes: bacalao, bacalao y bacalao: en lascas con nata, espinacas y tomate (delicioso) y otro con una cubierta de pan de maíz (algo más pesado).
Esta vez, nuestro estómago decidió que ya estaba bien de comer, o de bacalao, o de queso o ¿tal vez fuera el vino? Lo cierto es que no pudimos con los platos. Una vez más, no fue barato pero dentro de lo esperado.
Un fantástico fin de semana en una fantástica ciudad y con buenos restaurantes.
Esta vez, nuestro estómago decidió que ya estaba bien de comer, o de bacalao, o de queso o ¿tal vez fuera el vino? Lo cierto es que no pudimos con los platos. Una vez más, no fue barato pero dentro de lo esperado.
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