Este verano Karoleta ha realizado un crucero por las ciudades del Báltico (Estocolmo, Helsinky, San Petersburgo, Riga, Gands y Visby) por lo que en esta fecha miercolera no hubo cena habitual.
Todas las cenas se realizaron a bordo del barco por lo que no fue una cena de miércoles buscando un local ni intentando buscar cocina regional. Es más, ese día tocaba un día de travesía por lo que ni tan siquiera tocaron puerto en todo el día. Pero hemos pensado, tanto Karoleta como Quesoy, que tal vez fuera interesante describir la cena que si tuvo lugar a bordo.
Las cenas, en los cruceros, suelen ser en restaurante, con carta y a elegir platos (también se podría acudir al restaurante bufé pero es más cómodo estar sentada y acogerte a la carta, aunque eso de menos posibilidades). Lo que si pudimos observar es que el cocinero debía tener raíces o gustos por lo oriental por el uso que hacía (un buen uso, por cierto) de las especias. Pero vamos a lo nuestro.
Las cenas, en los cruceros, suelen ser en restaurante, con carta y a elegir platos (también se podría acudir al restaurante bufé pero es más cómodo estar sentada y acogerte a la carta, aunque eso de menos posibilidades). Lo que si pudimos observar es que el cocinero debía tener raíces o gustos por lo oriental por el uso que hacía (un buen uso, por cierto) de las especias. Pero vamos a lo nuestro.
Como entrante, y acompañando al vino (¿?) siempre venía un plato con quesos. En nuestra mesa habían unos recipientes con panecillos recién horneados de distintos tipos: de semillas, integrales, blancos, especiados, de plátano, de semillas de amapola. Todos deliciosos que iban como anillo al dedo con los quesos (que venían con un racimo de uva). Probabamos el vino antes de comenzar con los quesos para darles una oportunidad real a su sabor. Una vez tomabamos queso, todos los vinos estaban fantásticos (ya conoceis que el queso entorpece el paladar para descubrir cualquier 'pero' que pueda tener el vino).
De todos los primeros platos nos decidimos por un antipasto: unas verduras asadas con melón con proscuto, media cabeza de ajos asados (deliciosamente asados) y un picadillo de aceite y cilantro para adobar el plato. Plato fresco para el verano.
Como platos principales nos decidimos por un gijot de ternera en su salsa con puré de patatas (algo soso, aunque tierno, muy tierno) y unos langostinos asados sobre un flan de arroz basmati con verduras asadas (espárragos, tomatitos y espinacas).
Como postre un tiramisú (nada del otro mundo) y un flan de fresas sobre crujiente de galleta (delicado y poco dulce).
Lo mejor de estas cenas fue que había una promoción para acompañar a las cenas con vino. Por un precio aceptable había un listado de 20 vinos diferentes (diez blancos y diez tintos) a elegir en cada cena (según los platos).
Nos decidimos, dado que nos gusta más, por probar los tintos, uno diferente cada noche.
La primera noche le tocó el turno a un malbec Trumpeter del 2008, un vino de Mendoza (Argentina). Vino cremoso, frutal, con paso largo y buen regusto mineral. Nos enamoró. Lástima (o no) que no quedaran más para el resto de las noches por lo que no tuvimos la tentación de repetir con él.
La segunda noche le tocó el turno Chile, un merlot: Caliterra del 2006. Aromático, profundo en nariz, cremoso y con buenas patas. A Karoleta le entusiasmó.
La ternera noche le tocó el turno a un shiraz de Peter Lehmann de South Australia del 2008. Este será recordado por su rotundidad, su alto alcohol. Nos rindió y no pudimos terminar la botella.
La cuarta noche: un cabernet sauvignon de Francia, Langhedoc de 2008 (Rouge by barons de Rothschild - Lafite). Vino elegante, suave y fácil de tomar.
La quinta fue para un pinot noir, Estancia (Pinnacles Ranches) Monterrey California del 2008. Vino suave, fácil de beber y que no resaltó por nada más. Nuestra memoria seguía anclada en el primer malbec y el merlot chileno.
La sexta noche tomamos un cabernet sauvignon, Kendall Jackson Vintner's Reserve de California del 2007 que son los vinos monovarietales de esta bodega, bodega joven fundada en 1982. En esta zona de California las uvas se comportan de forma similar a como lo hacen en Chile y/o Argentina. Aunque su vino más afamado (y caro) es un chardonnay este vino que tomamos lo encontramos elegante, suave, con un buen paso, aromático, sin estridencias. Rico y cremoso.
El último fue un vino tinto de Sonora (California), Cline Zinfandel del 2008. La uva Zinfandel es de procedencia italiana. Vino, este, muy perfumado a frutas negras, suave y delicado. Nos gustó mucho, tal vez porque ya era el último y sirvió para despedirnos del crucero.
Así que tuvimos la grata sorpresa de que aunque la cocina, los platos, no eran nada del otro mundo, pudimos saborear y disfrutar de vinos internacionales durante todo el crucero. Por cierto, hubo un único vino español recomendado por el chef para uno de los platos: un tinto de ribera del Duero, Celeste, no recuerdo la añada. Se que las notas que tomé sobre los vinos no son muy extensas ni expresivas, pero ¡estaba de vacaciones!
La cuarta noche: un cabernet sauvignon de Francia, Langhedoc de 2008 (Rouge by barons de Rothschild - Lafite). Vino elegante, suave y fácil de tomar.
La quinta fue para un pinot noir, Estancia (Pinnacles Ranches) Monterrey California del 2008. Vino suave, fácil de beber y que no resaltó por nada más. Nuestra memoria seguía anclada en el primer malbec y el merlot chileno.
La sexta noche tomamos un cabernet sauvignon, Kendall Jackson Vintner's Reserve de California del 2007 que son los vinos monovarietales de esta bodega, bodega joven fundada en 1982. En esta zona de California las uvas se comportan de forma similar a como lo hacen en Chile y/o Argentina. Aunque su vino más afamado (y caro) es un chardonnay este vino que tomamos lo encontramos elegante, suave, con un buen paso, aromático, sin estridencias. Rico y cremoso.
El último fue un vino tinto de Sonora (California), Cline Zinfandel del 2008. La uva Zinfandel es de procedencia italiana. Vino, este, muy perfumado a frutas negras, suave y delicado. Nos gustó mucho, tal vez porque ya era el último y sirvió para despedirnos del crucero.
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