30 de septiembre de 2009. L'Estibador

Esta noche tranquila después de la gota fría, nos vamos de excursión. Para no perder las buenas costumbres, nos perdemos. Pasamos por la misma gasolinera hasta tres veces. Pero nuestra perseverancia tiene sus frutos y encontramos, al fín, este restaurante junto al mar.
Es un local amplio, grande, bien decorado para hacerlo cálido. Y lo consiguen. Nos ubican en una enorme mesa de dos comensales (una mesa en condiciones sin duda) estamos solos en el salón, y la situación de la mesa es perfecta, justo donde termina la carpa y comienza la arena de la playa. Nos abren, después de preguntarnos, una de las lonas que cierran el local y nos encontramos frente al mar (debe estar a unos 100m), se escuchan las olas, y a lo lejos se observa la espuma que estas hacen al romper en la orilla, el cielo, todavía nublado, y los barcos iluminados fondeados en el puerto. Un lugar delicioso.
Nos traen las cartas y un platito con frutos secos para ir abriendo boca.
Dado que nos avisan de que hay ausencias en carta y no terminamos de decidirnos, Quesoy acompaña a quien nos atiende a una preciosa cava acristalada para elegir uno de los vinos presentes. Al final invitamos a la mesa un conocido: Dido del 2004, D. O. Monsant. Lástima que nada mas abrirla, vemos que el corcho tiene una muesca y que el vino tiene algún problema. En boca, pese a que descubrimos el Dido que recordábamos, es cierto que deja regusto en boca (ácido, con toques como los aromas de una 'bodega' de las de antes) que nos hace pensar
que tiene un problema a causa del corcho. Nos animan a cambiar de botella y dado que era la última, también de vino. Nos decidimos por un Emilio Moro del 2006. Un tinto elegante, cremoso, aromático, que siempre se comporta como un caballero. Excelente. Pedimos que nos lo refresquen un poco.
Nos ponen dos panecillos a cada uno pero como estamos cerca de la playa, ya se sabe, el pan se pone 'correoso' con mucha facilidad. Al comentarlo nos traen unas rebanaditas de pan tostado para los entrantes. ¡Perfecto! Como platos nos inclinamos por: un tartar de salmón (delicioso tartar bien maridado que hace las delicias de Quesoy, aunque a Karoleta le molesta el intenso sabor a limón que le quita el disfrute de los otros componentes), unas croquetas de bogavante (¡impresionantes!), unas puntillas (este plato fue cambiado en la comanda por las croquetas, pero por confusión también nos lo trajeron. Sin darnos tiempo a comentarlo, quien nos atendía, comentó su error y nos comentó que lo dejaba en la mesa pero sin apuntarlo en la cuenta, excelente detalle. Las puntillas estaban soberbias: delicadas y con un rebozado ligero ligero) y un foie con compota de manzana (foie fresco impecablemente planchado que nos hace suspirar de placer).
Como plato fuerte nos inclinamos por un magret de pato con manzana y limón caramelizado y una reducción de vinagre de Módena y maracuyá: tremendo plato, que por su excelente presentación nos hacía pensar en una obra de arte y anticipaba unos sabores deliciosos. Acertamos.

Como a los postres teníamos dudas, optamos por pedirle consejo a quien nos atiende, nos dice que el atadillo tibio de chocolate y frutos secos acompañado de helado de maracuyá es el que más le gusta. ¡Hecho!...con razón: no nos dejamos ni los adornos del plato.
Quesoy remata la cena con su consabido ristreto y Karoleta le acompaña con un vaquero (el vaquerito estaba muy crecido).
Buena cena en un inmejorable ambiente.

1. Ingredientes reconocibles: 8
2. Saludable: 7
3. Emplatado y decoración: 10
4. Raciones generosas: 8
5. Cocina regional: no
6. Tecnología punta: no
7. Sabroso: 9
8. Equilibrio: 7
9. Vajilla y cristalería: 8
10. Relación calidad-precio: 8
Puntuación total: 65 sobre 80
Precio medio (sin contar el vino)


En El Saler, Valencia, Paseo de la Dehesa, 3. Módulo del Barco de estibadores

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