Acogedor local con buena música ambiental. Se nos recibe con un wan-tan relleno de solomillo de cerdo ibérico con salsa de soja, realmente una delicia. Tenemos nuestras dudas sobre el vino y nos dejamos aconsejar por un vino de autor de Castilla-La Mancha, Manuel Manzaneque, que resulta un tanto exagerado de sabores y taninos, y para esta cena preferimos un vino tinto que no se sienta tan protagonista, así que optamos por cambiarlo por un tinto de Rioja, cosecha 2001 llamado Ysios. Un vino mucho más amable que nos acompañó sin eclipsar el sabor de los platos, verdaderos protagonistas de nuestras cenas.
En esta cena, decidimos desterrar el mi-cuit, que pese a ser un plato siempre acertado, había que dar cabida a otros entrantes. Comenzamos con un carpaccio de reno con queso feta y frutos rojos que, como comentó Quesoy a quien nos atendía en la cena, resultó más potente el queso que la carne que nos supo un tanto insípida. La idea es buena, pero el plato necesita todavía un tiempo para estar en primera fila. También tomamos unas chacinas de cerdo ibérico con jamón de bodega. A destacar de este correcto plato el salchichón, deliciosamente especiado. Los grandes triunfadores de la noche fueron el tataki de atún con salmorejo y helado de queso cabrales: un festival de sabores bien acompasados y perfectamente armónicos (nos comentó que pertenecía a la primera carta del local que lo habían eliminado en la segunda y que había vuelto por aclamación popular. Nada que objetar. Debe permanecer en la carta) y el rabo de toro embolao (a nuestra bola): plato de primorosa presentación con un lecho de puré de setas, sobre él la carne del rabo de toro, ya deshuesada y coronada por laminas de trufa negra. ¡Impresionante! aquí fue donde se nos cayeron dos lágrimas.
Para rematar la cena nos decantamos por dos postres: el cubo (chocolate avec chocolate) y un plato denominado: café, copa y puro. El primero era una invocación a nuestra infancia: un dado de chocolate relleno de trufa y nata, muy delicado, y adornado con varios purés de frutas y gominolas. Muy naif. En los postres de chocolate se sigue echando de menos el chocolate negro, el amargo, el que a los que nos gusta el chocolate, como a mi (Karoleta), lo consideramos el chocolate de verdad. El segundo era un postre en tres apartados: un sufflé de café, caliente, unas tiras de gelatina de brandy y un plato con unas natillas muy especiadas con canela que a la nariz, olían a ceniza. Postre ocurrente, aunque como en el caso del carpaccio, todavía parece estar en rodaje.
En esta cena, Quesoy no cierra con un doble expresso. Preferimos dar un pequeño paseo y despejar el estómago y la cabeza y tomar su café en otro local de la zona.
En Valencia. C/ Navarra nº 7. Telef: 96 3848800.
En esta cena, decidimos desterrar el mi-cuit, que pese a ser un plato siempre acertado, había que dar cabida a otros entrantes. Comenzamos con un carpaccio de reno con queso feta y frutos rojos que, como comentó Quesoy a quien nos atendía en la cena, resultó más potente el queso que la carne que nos supo un tanto insípida. La idea es buena, pero el plato necesita todavía un tiempo para estar en primera fila. También tomamos unas chacinas de cerdo ibérico con jamón de bodega. A destacar de este correcto plato el salchichón, deliciosamente especiado. Los grandes triunfadores de la noche fueron el tataki de atún con salmorejo y helado de queso cabrales: un festival de sabores bien acompasados y perfectamente armónicos (nos comentó que pertenecía a la primera carta del local que lo habían eliminado en la segunda y que había vuelto por aclamación popular. Nada que objetar. Debe permanecer en la carta) y el rabo de toro embolao (a nuestra bola): plato de primorosa presentación con un lecho de puré de setas, sobre él la carne del rabo de toro, ya deshuesada y coronada por laminas de trufa negra. ¡Impresionante! aquí fue donde se nos cayeron dos lágrimas.
Para rematar la cena nos decantamos por dos postres: el cubo (chocolate avec chocolate) y un plato denominado: café, copa y puro. El primero era una invocación a nuestra infancia: un dado de chocolate relleno de trufa y nata, muy delicado, y adornado con varios purés de frutas y gominolas. Muy naif. En los postres de chocolate se sigue echando de menos el chocolate negro, el amargo, el que a los que nos gusta el chocolate, como a mi (Karoleta), lo consideramos el chocolate de verdad. El segundo era un postre en tres apartados: un sufflé de café, caliente, unas tiras de gelatina de brandy y un plato con unas natillas muy especiadas con canela que a la nariz, olían a ceniza. Postre ocurrente, aunque como en el caso del carpaccio, todavía parece estar en rodaje.
En esta cena, Quesoy no cierra con un doble expresso. Preferimos dar un pequeño paseo y despejar el estómago y la cabeza y tomar su café en otro local de la zona.
En Valencia. C/ Navarra nº 7. Telef: 96 3848800.
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2 comentarios:
Y, en este caso, las segundas partes si que son buenas. He vuelto al local y se detecta una carta de vinos más amplia y redonda(se nota que el nuevo sommelier, Sergio, ha tomado las riendas de su puesto) encontrando desde Chafandin (el que tomamos para cenar...perfecto) Blecua y otras exquisiteces. Con precios muy ajustados. El envinado de copas que realiza es de nota y los platos siguen siendo elaborados y perfectos. Esta vez tomamos tataki de atún con salmorejo, ave al estilo mudéjar y rabo de toro embolao. Nos regalaron unas copas de un PX del 1998 para llorar. Ah! y no os perdáis su mini gin tonic ¡fantástico!
Karoleta
Varias semanas antes de las navidades del 2007, este restaurante ha cambiado de manos.
Deberemos volver y ver qué tipo de cocina y atenciones proporcionan ahora.
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