"La gallineta nos pone". Esta frase a la vez rotunda y atrayente, aparece al ojear la sección "restaurantes" de la original página http://www.cuatrotipos.com/, donde, entre otros menesteres, se dedican a investigar entre las comidas de menús de precio razonable. Esto nos hizo decidir rápidamente el local elegido para la cena de este miércoles, a pesar de que los precios de carta en las cenas, como todos debéis saber, no tienen por qué parecerse a los que un mismo local puede ofrecer a mediodía en un menú.
El local está decorado con colores cálidos y las mesas bien separadas y elegantemente vestidas. Lo que nos augura un buen disfrute.
El chef sale a saludarnos y a 'cantarnos' algunas de las recomendaciones que están fuera de carta. Somos obedientes y las seguimos hasta en el vino. Así invitamos a nuestra mesa a un nuevo vino tinto valenciano, Nº 12, de la zona de Fontanars dels Alforins y que acude muy correctamente refrescado en una botella fondona que aparenta mayor volumen que el habitual, aunque sigue siendo de 3/4 de litro. El vino es potente pero poco persistente en boca por lo que es un espléndido compañero de nuestra cena. Detalle de la casa: puré de aceitunas negras con ajo sobre un tomate seco. Al hablar con el chef y comentarle que nos gusta probar, a ambos, todos los platos, nos comenta que es posible emplatar medias raciones para así tener nuestro plato y no tener que estar picoteando de uno central (detalle que no habíamos vuelto a encontrar desde el restaurante El Submarino). Como entrante nos inclinamos por unas vieiras asadas sobre un taco de foie (¡insuperable!), un suquet de rape y chipironcitos (una delicia con un punto del rape inmejorable) y un rabo de toro acompañado por una lasaña de patata y pimientos de padrón (tierno, suave y sabroso. Mmmmmm). Después del plato de pescado y para dirigirnos al de carne, se nos vuelve a obsequiar con un gazpacho con sandía, sorprendentemente fresco y delicioso. Nos reservamos para los postres porque Karoleta le había echado el ojo a dos de ellos y Quesoy se suma, como no, a compartirlos: una tartita de queso Idiazabal con lágrima de chocolate negro rellena de mousse de higos (si, como suena, complejo y una combinación de sabores para soltar las siguientes lágrimas) y una tabla de quesos con uva (que para nuestra sorpresa viene con cerezas por ser la época; ante nuestra pregunta de por qué, nos trajeron un vaso lleno de uvas para completar el postre. Los quesos, inmejorables, fuertes, sabrosos para aligerarlos con el dulce de la fruta. Sin palabras). Una vez más, nos obsequian con un moscatel de Enrique Mendoza, joven, fresco para terminar nuestra cena con un licor digestivo. Tenemos que comentar que este restaurante fomenta la 'monogamia' entre los comensales ya que al chef le gusta usar el ajo como condimento y sin reparo alguno, en crudo y a pequeños trocitos. Delicioso, pero siempre una pequeña molestia para quien lo huele por no haberlo comido.
Quesoy termina esta estupenda cena de miércoles con su consabido ristreto.
El chef sale a saludarnos y a 'cantarnos' algunas de las recomendaciones que están fuera de carta. Somos obedientes y las seguimos hasta en el vino. Así invitamos a nuestra mesa a un nuevo vino tinto valenciano, Nº 12, de la zona de Fontanars dels Alforins y que acude muy correctamente refrescado en una botella fondona que aparenta mayor volumen que el habitual, aunque sigue siendo de 3/4 de litro. El vino es potente pero poco persistente en boca por lo que es un espléndido compañero de nuestra cena. Detalle de la casa: puré de aceitunas negras con ajo sobre un tomate seco. Al hablar con el chef y comentarle que nos gusta probar, a ambos, todos los platos, nos comenta que es posible emplatar medias raciones para así tener nuestro plato y no tener que estar picoteando de uno central (detalle que no habíamos vuelto a encontrar desde el restaurante El Submarino). Como entrante nos inclinamos por unas vieiras asadas sobre un taco de foie (¡insuperable!), un suquet de rape y chipironcitos (una delicia con un punto del rape inmejorable) y un rabo de toro acompañado por una lasaña de patata y pimientos de padrón (tierno, suave y sabroso. Mmmmmm). Después del plato de pescado y para dirigirnos al de carne, se nos vuelve a obsequiar con un gazpacho con sandía, sorprendentemente fresco y delicioso. Nos reservamos para los postres porque Karoleta le había echado el ojo a dos de ellos y Quesoy se suma, como no, a compartirlos: una tartita de queso Idiazabal con lágrima de chocolate negro rellena de mousse de higos (si, como suena, complejo y una combinación de sabores para soltar las siguientes lágrimas) y una tabla de quesos con uva (que para nuestra sorpresa viene con cerezas por ser la época; ante nuestra pregunta de por qué, nos trajeron un vaso lleno de uvas para completar el postre. Los quesos, inmejorables, fuertes, sabrosos para aligerarlos con el dulce de la fruta. Sin palabras). Una vez más, nos obsequian con un moscatel de Enrique Mendoza, joven, fresco para terminar nuestra cena con un licor digestivo. Tenemos que comentar que este restaurante fomenta la 'monogamia' entre los comensales ya que al chef le gusta usar el ajo como condimento y sin reparo alguno, en crudo y a pequeños trocitos. Delicioso, pero siempre una pequeña molestia para quien lo huele por no haberlo comido.
Quesoy termina esta estupenda cena de miércoles con su consabido ristreto.
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2 comentarios:
En efecto, estuve comiendo en este restaurante y el menú (15€) está delicioso y utilizan los mismos platos que se encuentran en la carta, igualmente decorados y trabajados al detalle. La diferencia es que sólo dan a elegir entre dos primeros y dos segundos y el postre es fijo. Pedimos de primeros un gazpacho de sandia y ensalada de tomate con queso fresco aliñada con menta y pintada rellena; como postre un helado de hierbabuena. Un placer.
Karoleta
Por cierto, no estuve sola comiendo...me acompañaba uno de los seguidores del blog y delicioso, como los platos, amigo: dike. Si, un placer.
Karoleta
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