Si, lo
habéis leído bien. Ese
macro espacio de ocio nocturno, posee un pequeño y sorprendente restaurante, acogedor, bien distribuido y armonioso en conjunto, con mesas que se prestan a conversaciones íntimas. Aunque ahora el encontrarlo se hace algo complicado por ser una zona en constante

cambio y llena de obras.
Al llegar, y después de lo ajetreado del camino y mientras
Quesoy decidía la cena, nos deleitamos con un fino para comenzar.
Nos dejamos aconsejar por la
maitre para la elección del vino, después de haber echado un vistazo a los vinos de la carta (bien provista). Nos propone un tinto
varietal 100 por 100
tempranillo de la ribera del
duero, crianza del 2004, Alonso del Yerro. Exquisito desde el primer trago, y sorprendente por su sabor lejos de la acidez primera que suelen presentar los ribera. Resulta ser un equilibrado y magnífico compañero de cena. Encontramos un protocolo de envinado de las copas que no habíamos vuelto a presenciar con tanta corrección y buen hacer, desde el restaurante Sargantana.
La primera grata sorpresa nos la ofrecen al tener que elegir entre un importante número de panecillos: de la abuela, con nueces y finas hierbas, con aceite, con frutas,
brioche.
Difícil elección que vamos cambiando según pasa la cena para poder probarlos todos. La casa nos regala un platillo de entrante: huevo
frío de codorniz sobre langostino y
camaroncitos en salsa de
navelina.

Un bocado rico en sabores y delicioso en el paladar. Presentimos que se nos presenta una buena noche gastronómica. De entrantes nos decantamos por una trilogía de anchoas (que también nos indica que está fuera de carta y que será incluida este jueves): un plato con boquerones fritos (en su punto), a la plancha con romero (sorprendentes) y anchoas del cantábrico en salazón (SIN barbas pero con la textura un poco apelmazada del salazón), unas hamburguesas
baby de pescado marinado en finas hierbas rebozadas con sésamo negro (un bocado ligero) y un
espléndido
balanchales gratinado (queso de cabra acompañado de membrillo y confitura de tomate...Sólo decir que si hay platos que son un pecado, este podría ser uno de ellos. Excepcional). Como segundos, y después de dejarnos aconsejar, ponemos en nuestros platos un
tako de atún al hierro con
cuscús y
sésamo (un plato bien combinado pero un atún excesivamente pasado por la plancha) y un delicioso
gijot de cordero al estilo quijotesco con patatas panaderas, una receta del siglo
XVI, que nos sorprendió gratamente y nos hizo soltar nuestros penúltimos '
mmmm'. Con esta copiosa cena, volvemos a hacer corto con el fantástico vino. Como postre nos inclinamos (por la afición de
Karoleta al chocolate) por el llamado
Sobredosis de chocolate (aunque nos explica que en principio iba a llamarse 'muerte por
sobredosis'.

Apoyamos el nombre al cien por cien), un
coulant de chocolate relleno de chocolate y
peta zeta de chocolate como cobertura, rodeado con chocolates de diferentes texturas. Consiguió arrancar los últimos '
mmmm' de la noche y hacernos sucumbir sin terminarlo. ¡
Delicioso!. Lo acompañamos con unas copas de Enrique
Mendoza dulce, fuerte y con cuerpo. Para rematar la gran cena, como siempre un doble expreso equivalente dos ristretos (un ristreto se corresponde con la primera esencia de 7 gramos del más exquisito café) para
Quesoy.
En Beniferri (Valencia), Plaza Canónigo, nº 3.
Tel: 963455042
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